Mi experiencia en Asanas por Flor Sánchez @fluenciaflorencia


Llegué al Yoga por dolor de espalda, sí, lo sé, nada romántico. Tenía un estilo de vida muy sedentario, muchas de las actividades que realizaba requerían estar sentada o en malas posturas, y la necesidad de aliviar esas cargas en el cuerpo me condujeron a la práctica de Yoga.

Mi primera experiencia fue poco agradable, debo admitirlo, no tenía demasiada propiocepción, el cuerpo me tiraba, me dolía, entraba en las posturas a medias, y debía salir rápidamente de ahí. Llegaba el final de la clase y recién en ese momento podía disfrutar: savasana, estar quieta, tumbada, respirando.

Sentía más atracción por el lado filosófico e intelectual, que por las asanas en sí.

Quien me viera hoy posiblemente dudaría de la veracidad de estas palabras, pero fue la constancia la que me condujo a habitar un cuerpo mucho más cómodo, más blando y a la vez más fuerte, más liviano y estable.

La necesidad me llevó al Yoga, nunca hubo una intención de lograr una postura determinada, nunca hubo un deseo de poder sostenerme sólo con las manos, el único deseo era el bienestar. Recuerdo estar en uttanasana (postura de flexión hacia adelante) y apenas llegar a tocar debajo de mis rodillas, eso no me frustraba, clase a clase se iba sintiendo un poco mejor, nunca faltaba a clase, siempre me caractericé por ser una persona muy disciplinada, sin esa disciplina dudo mucho que pudiera estar donde estoy hoy.  El día que toqué con la punta de los dedos el suelo, algo que era impensado para mí, supe que no iba a detenerme. Tomaba dos clases semanales y comencé a practicar todos los días en casa, quince minutos, veinte, media hora, no importaba tanto el tiempo sino el hecho de regalarme al menos un momento al día para moverme de manera consciente, para conectar con mi cuerpo y con mi respiración.

Con el correr del tiempo me encontré practicando asanas mucho más complejas, en las cuales trabajé del mismo modo que lo hice con las posturas más simples. Lo “simple” es fundamental, porque hay también cierta complejidad en esa simpleza, porque hay detalles que no debemos pasar por alto, porque no es una carrera en la que debemos llegar a una meta en particular, porque no se trata de acelerar procesos ni de saltarse pasos, es un camino progresivo, gradual, perfecto sin importar el tiempo que nos tome hallar al menos algo de comodidad en una postura.

Tiempo más tarde sentí un deseo muy grande por compartir esto que había traído tantos cambios positivos a mi vida con otras personas y comencé el profesorado, por lo que el Yoga se volvió un compromiso no solo conmigo misma sino con las personas que se acercaran a mi.

Siento que el mundo del Yoga es tan vasto, tan rico, no sólo en cuanto al trabajo corporal y mental sino también a nivel filosófico, y que puede abarcar absolutamente todas las áreas en la vida de una persona, no solo lo que se trabaja en una hora de clase.

La vastedad de esta disciplina me genera una inmensa motivación, esa motivación que me llevó a seguir formándome y a seguir profundizando.

Sé que todavía tengo mucho por aprender, sé que posiblemente no lo aprenda todo en una vida, pero no se trata de llegar a ninguna parte, se trata de vivir la experiencia, respirarla, dar lo mejor de una misma y disfrutar el recorrido.

Florencia Sanchez

@Fluenciaflorencia

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